Verse al
espejo y reconocer rasgos heredados de parientes directos. El color de los
ojos, la forma de la nariz u orejas, el tono de la voz, las características
físicas que se pueden recibir genéticamente. Pero, ¿es posible reflejar
aspectos menos tangibles? La frialdad de un abuelo, la violencia de un
padre, la agresividad de un tío.
Existe un
llamado "gen del guerrero" -una alteración cromosómica que
puede volver a las personas hasta seis veces más violentas-, presunta
influencia que tiene la genética en el gusto por la violencia y los actos que
se encuentran por fuera de lo socialmente admitido.
En 1870, el
doctor italiano Cesare Lambroso, quien se basaba en aspectos netamente físicos
para hacer las distinciones entre buenos y malos, consideraba que
cualidades como “una gran mandíbula, cuencas oculares profundas y orejas en
formas de manija” eran propias de criminales, salvajes y simios”.
Ya en el
siglo XX, se desarrollaron varios estudios sobre la criminalidad heredada
comparando la vida de miles de gemelos y mellizos nacidos allí desde la década
de 1930 en adelante. Indican que en Dinamarca si un gemelo comete un crimen o
termina preso, el hermano tiene 50 por ciento de probabilidades de tomar el
mismo camino. Para los mellizos, las posibilidades de que ambas partes se
adjudiquen un problema con la ley varían entre un 15 y un 30%.
Hace poco más
de 20 años se propuso desde la Universidad de Nijmegen la existencia de un
"gen de agresión" tras estudiar durante cinco generaciones a
varias familias de Holanda.
Hay quienes
no apoyan está teoría de que la
maldad se
hereda.
Steven Rose,
investigador del cerebro de la Open University, considera que son
“reduccionistas” a todos los exponentes de esta corriente. “Prestarle especial
atención a la genética no solucionará aspectos de base más sensibles, como las
280 millones de armas que portan los ciudadanos en Estados Unidos”, apuntó el
académico, que considera que la inteligencia y el carácter están muy
influenciados por el entorno.
TerrieMoffitt,
científico especializado en el comportamiento que trabaja en la DukeUniversity,
opina que, si bien existen más de 100 estudios que evidencian el rol que
desempeñan los genes en las diversas expresiones de criminalidad, la tendencia
actual está en cruzar variables. “Hoy los casos de violencia más resonantes
implican una combinación de factores sociales y biológicos”, destacó Moffitt.
Y existen
familias que desafían la teoría.
Más alla de
lo que los estudios revelan, la realidad indica que existe una gran variedad de
parientes que comparten el gusto por la maldad.
Aquí es donde
aparecen casos como el de los hermanos David y Bryan Freeman, quienes -cuando
tenían 16 y 17 años respectivamente- abandonaron sus creencias religiosas y
torcieron el rumbo para unirse a un grupo nazi y matar al resto de su
familia sin razón aparente y con una frialdad incalculable.
Otro caso
escalofriante fue el de los Bender, una familia de Kansas que tenía una taberna
en la que asesinaba a sus clientes.
Tampoco se
queda atrás la historia de los gemelos Kray, quienes no dudaron en mantener
negocios mafiosos,ofreciendo ‘protección’ a quien la necesitara,robando y
secuestrando, entre otros delitos.
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