domingo, 25 de enero de 2015

¿Criminal se nace o se hace?

Verse al espejo y reconocer rasgos heredados de parientes directos. El color de los ojos, la forma de la nariz u orejas, el tono de la voz, las características físicas que se pueden recibir genéticamente. Pero, ¿es posible reflejar aspectos menos tangibles? La frialdad de un abuelo, la violencia de un padre, la agresividad de un tío.
Existe un llamado "gen del guerrero" -una alteración cromosómica que puede volver a las personas hasta seis veces más violentas-,  presunta influencia que tiene la genética en el gusto por la violencia y los actos que se encuentran por fuera de lo socialmente admitido. 
En 1870, el doctor italiano Cesare Lambroso, quien se basaba en aspectos netamente físicos para hacer las distinciones entre buenos y malos, consideraba que cualidades como “una gran mandíbula, cuencas oculares profundas y orejas en formas de manija” eran propias de criminales, salvajes y simios”.
Ya en el siglo XX, se desarrollaron varios estudios sobre la criminalidad heredada comparando la vida de miles de gemelos y mellizos nacidos allí desde la década de 1930 en adelante. Indican que en Dinamarca si un gemelo comete un crimen o termina preso, el hermano tiene 50 por ciento de probabilidades de tomar el mismo camino. Para los mellizos, las posibilidades de que ambas partes se adjudiquen un problema con la ley varían entre un 15 y un 30%. 
Hace poco más de 20 años se propuso desde la Universidad de Nijmegen la existencia de un "gen de agresión" tras estudiar durante cinco generaciones a varias familias de Holanda.

Hay quienes no apoyan está teoría de que la
maldad se hereda.

Steven Rose, investigador del cerebro de la Open University, considera que son “reduccionistas” a todos los exponentes de esta corriente. “Prestarle especial atención a la genética no solucionará aspectos de base más sensibles, como las 280 millones de armas que portan los ciudadanos en Estados Unidos”, apuntó el académico, que considera que la inteligencia y el carácter están muy influenciados por el entorno.
TerrieMoffitt, científico especializado en el comportamiento que trabaja en la DukeUniversity, opina que, si bien existen más de 100 estudios que evidencian el rol que desempeñan los genes en las diversas expresiones de criminalidad, la tendencia actual está en cruzar variables. “Hoy los casos de violencia más resonantes implican una combinación de factores sociales y biológicos”, destacó Moffitt.

Y existen familias que desafían la teoría.

Más alla de lo que los estudios revelan, la realidad indica que existe una gran variedad de parientes que comparten el gusto por la maldad.
Aquí es donde aparecen casos como el de los hermanos David y Bryan Freeman, quienes -cuando tenían 16 y 17 años respectivamente- abandonaron sus creencias religiosas y torcieron el rumbo para unirse a un grupo nazi y matar al resto de su familia sin razón aparente y con una frialdad incalculable.
Otro caso escalofriante fue el de los Bender, una familia de Kansas que tenía una taberna en la que asesinaba a sus clientes. 
Tampoco se queda atrás la historia de los gemelos Kray, quienes no dudaron en mantener negocios mafiosos,ofreciendo ‘protección’ a quien la necesitara,robando y secuestrando, entre otros delitos.

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